Si se quiere componer una doctrina de Lacan sobre la angustia a partir de este seminario, se debe estar muy atento y no tomar cada una de las diferentes fórmulas por la solución. Al releerlo encontraremos una veintena, una treintena de definiciones pero ninguna definitiva. De hecho, no hay en él ninguna definición de la angustia que no sea condicional, que no esté relacionada con una perspectiva determinada. A medida que la argumentación avanza, uno percibe el arte de retórico, la inspiración de Lacan, que argumenta como el juez de instrucción, en favor y en contra.Resulta siempre tan persuasivo que desearía que no siguiera, porque ya se entiende.Ninguna fórmula de la angustia de este seminario nos ahorrará rehacer camino siguiendo las huellas de Lacan. Si tuviera que comentarlo "cosa que no hago", lo haría párrafo a párrafo. No hay uno solo que no pida ser valorado, ajustado, que no necesite cierta rectificación, alguna inflexión. Y se puede encontrar, en uno u otro lugar, el apoyo para hacerlo.He hablado de "extraviarse", de callejón sin salida, pero al volver a leerlo sabiendo ya el final de la película (al menos de la obra), no encontramos equivocaciones. Todo el texto abunda en aciertos que valen por sí mismos, independientemente de la perspectiva que se tome; son hallazgos que invitan a pensar, y que a veces se limitan a una frase. Trataré de saludar la publicación de este seminario dándoles mi brújula, la mía, la que me construí cuando leía, cuando escribía este seminario. Aún estoy añadiéndole elementos o encontrando allí ideas que nunca antes había tenido.