Al abordar las numerosas muestras de cine latinoamericano sobre el llamado “tema ambiental”, Solange Alboreda aborda con valentía el nudo en el tema: “Sobrevivir (…) es redefinir nuestra posición como sociedad y como especie dentro de la biosfera”. Revisar esta posición significa dejar de hablar sólo de “protección o preservación del medio ambiente”, etc., de la misma forma repetitiva, suave y lineal igual a el modo discursivo imperante en el poder, que desde hace mucho tiempo viene destruyendo la naturaleza. La condición múltiple e integrada de las plantas, los animales (incluido el hombre) y las aguas, que se despliega en los territorios en prácticas de vida lúdica, nada tiene que ver con frases petrificadas. Tal frases comunes ponen “el medio ambiente fuera de nosotros”. Puede verse que la mera y evidente oposición entre conservación y degradación no resuelve tal cuestión. crucial. Ni siquiera sólo la denuncia. Es imposible no notar que el acercamiento de Solange a la fillmografía del género llega a otros lugares de la política: “Observando las películas que componen los espectáculos, lo primero que llama la atención es que existen innumerables y variados temas angustiantes sobre um mundo miserable.” La insistencia en hablar de tragedias, sin tener más que decir sobre las interacciones creativas básicas entre los cuerpos y su entorno natural y cultural: “estas continuidades en diferentes arreglos”-, puede resultar, a través del consumo acomodativo y secuencial de lo mismo, una tragedia política equivalente. De ahí la importancia y la necesidad – Solange nos habla, por ejemplo, del documental “Aislados” colombiano–, de estas reinvenciones, entre diálogos y conflictos, alegrías y tristezas, entre los cuerpos en su territorio como un todo, comunidades en movimiento local y planetario, donde partículas y voces de los lenguajes de los hombres, el paisaje y el entorno se fermentan a partir de otros conocimientos.