La Crónica de los condes de Hainaut es una verdadera «historia general» del siglo XII. Todo está en su interior: la ambición de los príncipes, el orgullo de los aristócratas feudales, el valor de la guerra, el sentimiento de la muerte, el cruel destino de las mujeres, la sincera espontaneidad de los repliegues del corazón, la violencia del ordenamiento político, las razones de la prodigiosa cultura literaria. La biografía de Balduino V se desgrana lentamente para seducir al lector e inspirar a aquellos otros que, adoptándola a la lengua vulgar y con personajes de ficción, la leen en voz alta en las reuniones de invierno.
Gislebert es un historiador que pertenece a la domesticidad de un aristócrata feudal. Un profesional que brilla con luz propia entre sus compañeros de oficio. Su escrito enlaza con el de otros muchos que, desde entonces hasta ahora, han buscado en los extraños laberintos del suceder histórico la verdad de las cosas.
Desde la muerte de Balduino V, en 1195, hasta la culminación de esta obra, no debió de pasar mucho tiempo. Penetrando en su insólito estilo, nos hacemos una idea de cómo era el teatro social, político e imaginario de la aristocracia europea del siglo XII, y, más allá de él, cómo eran las nervaduras creativas de una sociedad y una cultura que denominamos europeas. Así es como este desconocido historiador pone ante nuestros ojos el primer y más duradero temor que Europa ha tenido de sí misma: el temor a perder su identidad.