«En el régimen que se impone al criminal dentro de la prisión, es todavía a la sociedad a la que es necesario tener presente; al esforzarse por reformarlo o al menos preservarle de una corrupción mayor, se actúa ciertamente para beneficiarle, pero sobre todo se trabaja en favor de la sociedad, a cuyo seno deberá regresar después de que expire su condena.» El sistema penitenciario (1832) de Tocqueville y Beaumont ha sido poco tenido en cuenta en la bibliografía de estos autores. Sin embargo, suimportancia es grande no sólo porque su elaboración es el motivo oficial del viaje de ambos autores a Estados Unidos en 1831-1832, sino por intereses propiamente teóricos. Esta obra, clave en la historiografía sobre el origen de la prisión moderna, señala brillantemente el marco de preocupaciones sociales que entonces se viven en el «viejo mundo» como irresolubles. Los costes de las alternativas a la reclusión social, el aumento de la miseria social y la reincidencia en los países más desarrollados, el fracaso de la regeneración social y la vivencia de la pena de muerte como una vergonzosa lacra pública son las urgencias sociales a cuya reparación acude un nuevo sistema penitenciario venido del «nuevo mundo» y auspiciado por las sectas cuáqueras. El debate sobre cuál es la prisión más efectiva para evitar la reincidencia social no se cerró durante los siglos XIX y XX.