Edward Hopper (1882-1967) es un nombre fundamental en el arte norteamericano del siglo XX. Sus pinturas, cargadas de melancolía y de fuerza, indagan en la condición del ser humano a la vez ofrecen una visión de Estados Unidos que con el tiempo se ha convertido en icónica. Los paisajes, las escenas de calle, los interiores de hoteles, cafés, cines y apartamentos, sus solitarias casas.Nada es más americano que la pintura de Hopper. O quizá toda América busca su esencia en las escenas que recoge este autor imprescindible. Una vez que Hopper terminaba cada cuadro, Josephine, su mujer y pintora ella también, recogía en un cuaderno de notas algunos datos, como el nombre del comprador de la obra o las exposiciones en que esta había participado. Lo que comenzó siendo un mero libro de contabilidad se convirtió poco a poco en una obra de arte en sí misma: Jo empezó a incorporar pequeñas descripciones de las pinturas, cada vez más complejas, y Hopper añadió un pequeño boceto de cada una de ellas, devolviendo de esa manera la obra a su esencia, a su idea primigenia, tal y como señala Brian O´Doherty en su ensayo. Este volumen recoge una selección de las páginas de los cuadernos personales de Hopper, que se presentan confrontadas a las obras finales, lo que permite comparar ambos documentos y analizar el método de trabajo de Hopper. Una experiencia única que nos proporciona la posibilidad de ver las obras tal y como las veían ellos, de ser testigos de su relación personal ,a veces complicada, y, como propone Deborah Lyons, de entrar de puntillas y sin ser vistos en el estudio de Edward Hopper?