La referencia a un ancestro bisexuado, desaparecido no se sabe cómo o escindido en una pareja primordial, mutilado –según se presenta a menudo– por el castigo divino, no constituye una figura aislada. Se la encuentra con variantes en numerosos relatos míticos, en las religiones politeístas, pero también en la Gnosis, la Kábala y la Alquimia. El escandaloso enigma de una bisexualidad original, tanto entre los dioses como entre los hombres, ha hecho nacer a lo largo de los siglos dramas e imágenes arquetípicas, creando así el mito universal del andrógino.
Este mito, fruto del inconsciente colectivo, revela una constante obsesión de la humanidad, una búsqueda fundamental. El andrógino, que yuxtapone los parámetros de los dos sexos pero también los anula, triunfa en la historia con un resplandor prodigioso. Es el revés simbólico de nuestra condición sexual petrificada por los fantasmas y la inquietud, la figura paradójica en la que vienen a abolirse las tensiones, intercambiarse las diferencias y reconstruirse las unidades rotas.
En El mito del andrógino, Jean Libis desarrolla una investigación que parte de las tradiciones más antiguas para llegar a las expresiones más contemporáneas de este deseo de unidad, elaborando así una verdadera «metafísica de la sexualidad».