Que Schopenhauer (1788-1860) es uno de los filósofos que mejor han escrito es un tópico, pero un tópico demostrable. Esto explica en parte su éxito entre escritores como Thomas Mann, Proust, Jünger, Borges o Bernhard... todos los grandes estilistas. Y también entre filósofos como Nietzsche o músicos de oído privilegiado como Wagner. Sin embargo, sería injusto atribuir su éxito exclusivamente a la expresión literaria. El original pensamiento de Schopenhauer sigue vivo y, en muchos aspectos, es de una vigencia absoluta. En 1851, los Parerga y paralipómena (algo así como subproductos y omisiones), a los que calificó de «escritos filosóficos menores», le dieron la fama que hasta entonces se le había negado. En el primer volumen figuran estos Fragmentos para la historia de la filosofía, que son exactamente lo que su nombre indica: una abocetada historia de la filosofía desde los presocráticos hasta los modernos. En cierto modo, son también un revulsivo, porque la opinión del lector sobre los admirados maestros de Schopenhauer (Platón y Kant) o sus bestias negras (Fichte y, sobre todo, Hegel) nunca volverá a ser la misma. El ingenio y la mordacidad de que hace gala son increíbles, pero nunca olvida sustentar sus iconoclastas opiniones sobre una argumentación sin fisuras.