Una de las características de nuestro tiempo es la puesta en tela de juicio de todas las certezas y el cuestionamiento de las identidades. Por otra parte, el vertiginoso desarrollo de las sociedades modernas está provocando también cambios cada vez más intensos en las estructuras familiares y una creciente tendencia hacia el deseo de seguridad. El saber tradicional, tal como lo transmiten la Iglesia, la escuela, la familia o el Estado, envejece muy deprisa. Y los conflictos entre las distintas soluciones propuestas tienden a librarse en los confines del mercado: los fines y los contenidos de la vida compiten entre sí, de manera que, en este contexto, las orientaciones que se pretendan eficaces tendrán que responder al desafío de hacer compatibles ciertos conceptos de la vida que resulten válidos para el individuo con otras indicaciones que apoyen la condición comunitaria de la sociedad. Si la crisis de sentido del mundo actual, según los autores de este libro, surge de los procesos de modernización, pluralización y --especialmente en el ámbito europeo-- secularización de la sociedad, la solución quizá resida en las instituciones intermedias existentes entre el individuo y el macrosistema social.