El cuarto y último volumen de esta “Pequeña antología de Cahiers du Cinéma” permite revivir dos de los momentos decisivos de la historia de la revista; el primero, hacia mediados de los años sesenta, podría considerarse como la crónica de un importante giro que empieza a producirse en el panorama de la crítica internacional. Una juventud, turbulenta e imaginativa, toma al asalto el viejo cine, lo critica y arrolla sus referencias, obligándolo a hacer la revolución. El lector encontrará algunos de los textos más importantes alrededor de los llamados “nuevos cines” y que abrieron las puertas a otras formas de pensar la crítica y el cine. Teóricos y críticos estaban en la misma onda que los jóvenes cineastas que estaban cambiando la faz de su arte: Bertolucci, Rouch, Godard, Skolimowski, Tanner… El segundo de esos momentos permitió tomar en consideración, a principios de los ochenta, algunas obras surgidas de cinematografías que habían surgidos en los entonces “márgenes” culturales; los críticos de Cahiers du Cinéma, junto a otras publicaciones inglesas o estadounidenses, toman conciencia de que el cine asiático está cambiando las formas de ver y pensar el cine. Si en sus inicios, los Cahiers se volcaron hacia Hollywood, los nuevos redactores dirigen su mirada hacia Oriente, hacia Asia. Por ejemplo, en Irán existía un cine estimulante en el que trabajaba un grandísimo director, Abbas Kiarostami. En Taiwan, en Hong Kong o en Japón se expresaban nuevas y excitantes experiencias en las obras de los que, ya hoy, podemos considerar grandes cineastas de nuestro tiempo: Wong Kar-wai, Hou Hsiao-hsien o Takeshi Kitano.