Las ideas adquieren legitimidad cuando se someten a un uso práctico. El estudio de Charles Sanders Peirce (1839-1914) respalda este pragmatismo como forma de reflexionar sobre la verdad y el significado. La arquitectura presenta una fuerte vertiente pragmática, sobre todo cuando pensamos en los usuarios del edificio, en la arquitectura como práctica, en los requerimientos concretos del edificio y en la utilidad. Después de todo, Vitruvio colocó la solidez y el deleite en compañía de la utilitas entre sus imperativos a la arquitectura. Peirce era un lógico, por lo que muchas de sus ideas están formuladas en función de proposiciones formales y sus limitaciones. Por ello, su obra resulta atractiva a muchos arquitectos que se enfrentan a la era digital. Las referencias a su obra surgieron en el Design Methods Movement que creció y se desarrolló a partir de la década de los cincuenta. Este movimiento pretendía sistematizar el proceso de diseño, lo que contribuyó a la idea del Plan de Trabajo del RIBA, al diseño asistido por ordenador, y a diversas polémicas sobre dotar al proceso de diseño de transparencia y apertura al escrutinio. El compromiso de Peirce con la lógica le condujo a investigar los elementos básicos de los enunciados lógicos, en particular el elemento del signo. Su contribución más conocida al diseño gira en torno a su compleja teoría de la semiótica, la ciencia de los signos. El estudio de la semiótica se dividió en torno a la década de 1980 entre los defensores de la semiótica de Peirce y el campo del estructuralismo, más amplio y con más carga política. Este último ha dominado el discurso arquitectónico desde los años ochenta. Por qué ha sucedido esto y qué ganamos resucitando la semiótica de Peirce es el cometido