«Creo que en la formación de todo escritor -afirmó Bolaño- hay una universidad desconocida que guía sus pasos, la cual, evidentemente, no tiene sede fija, es una universidad móvil, pero común a todos.» Así, proyectó reunir, hacia mediados de los años ochenta, buena parte de la poesía que había escrito desde su llegada a España, en 1977. El tiempo pasó, el proyecto fue creciendo y, en 1993, temeroso de su salud, Bolaño ordenó y fijó el material acumulado, dando lugar a un grueso volumen mecanoscrito el que sigue esta edición, con algunos agregados que desde entonces quedó listo para ser publicado. Bolaño, sin embargo, lo retuvo consigo hasta su muerte, refiriéndose a él, en más de una ocasión, como una suerte de testamento literario, auténtica summa de su poesía durante los años decisivos de su formación literaria, cosa que sin duda viene a ser, por mucho que en los años sucesivos se dieran a conocer algunas de sus partes. En él se forja su voz tanto de narrador como de poeta, en el bien entendido de que fue siempre como poeta como se vio a sí mismo Bolaño, que como se hace aquí patente transita indiferente del verso a la prosa poética, y de ésta al poema narrativo.