Parece ser que, en el universo contemporáneo, el concepto de Dios ha perdido su base filosófica y social. Pero, ¿ha muerto realmente ese concepto o ha muerto sólo la experiencia a la que alude el concepto? Fromm finaliza el presente ensayo con un pertinente pregunta dirigida a los humanistas teístas: "¿Qué puede ocupar el lugar de la religión en un mundo en el que el concepto de Dios puede estar muerto, pero en el que tiene que vivir la realidad experiencial que está detrás?". Si queremos preguntar acerca de esa experiencia, entonces sería mejor plantearnos la pregunta de si el hombre ha muerto: "Este parece ser el problema central del hombre en la sociedad industrial del siglo XX". Para Fromm, que piensa al hombre contemporáneo como alguien cuyo objetivo es tener mucho y no ser mucho, que concibe a los integrantes de las sociedades industriales como "consumidores angustiados, vacíos y aislados, aburridos de la vida y compensando su depresión crónica con el consumo compulsivo", la cuestión decisiva consiste en lograr las condiciones que ayuden a devolver la vida al hombre: ciertos cambios fundamentales en la estructura socioeconómica y un renacimiento del humanismo, con el fin de lograr algo en lo que creyentes y no creyentes están de acuerdo, la lucha común contra la idolatría, la liberación y el despertar de la humanidad entera.